Las he visto hoy en "Aragoneses por el mundo" y, joder, que envidia me daban.
Dos aragonesas, viviendo en Mozambique, monjas ellas, en una casa de acogida y ayuda.
Viviendo con lo básico, sin lujos, sin TDT, ni PSP, ni DVD ni yoquesé. Con 75 y 72 años conduciendo sus propios y desvencijados coches repletos de niños por las calles sin asfaltar de Maputo. Cultivando su jardín, ayudando a madres con hijos pequeños, enseñando a leer, jugando con más críos.
Que absoluta felicidad. Rodeadas de sonrisas, de gente, de niños saltando y corriendo, de cariño, en fin todas esas cosas que nosotros cada vez tenemos menos y que los objetos materiales no pueden darnos. Y haciendo una de las pocas cosas que hacen que la vida tenga verdadero sentido: ayudar a quienes más lo necesitan.
A veces pienso si es tán necesario acabar con el subdesarrollo o la desindustrialización. Creo que el gran pecado occidental es no terminar de un plumazo con el hambre y la falta de acceso a agua potable en el mundo (no me creo que no sea técnicamente posible para, digamos, los países del G-80 y la UE).
En cuanto al resto: la industrialización, el consumismo, el ultra-confort, el estress, la prisa, la satisfacción de necesidades creadas por nosotros mismos, igual eso no lo necesitan.
Que caras de auténtica felicidad tenían las monjitas (y esto evidentemente es extensible a todo tipo de organizaciónes no religiosas), que nivel de vida tan superior a cualquier megamillonario (si lo medimos en felicianómetros). Joder, que envidia.
Luis