Y la noche fue toda magia
Apoteósico, espectacular, impresionante.
Así fue el concierto del día 10 de octubre, el regreso tras 11 años de Héroes del Silencio a Zaragoza. Me alegré de que allí estuviéramos casi todos: Javi, Diego, Fernando, Jorge, Simón, Carla y , como no, Laura.
Desde el principio, cuando se apagaron las luces mientras sonaba el "Song to the siren" (pillando a algunos todavía comprando cerveza y que tuvieron que salir en estampida para no perdérselo) y brillaban las lucecitas de cámaras de fotos y móviles (que tiempos aquellos del mechero y las bengalas), pasando por una Intro con las siluetas de Bunbury y Juan Valdivia tocando las primeras notas de "El estanque" hasta el final con "En los brazos de la fiebre" transcurrieron dos horas y media de buena música y mejor ambiente.
Se notaba que los Héroes estaban en su ciudad y la complicidad con el público fue notoria en todo momento. Tanto que hasta que Bunbury no confesó su proceso gripal como resultado del largo vuelo desde México yo no me percaté de ello.
El repertorio fue bastante lógico, con todos sus grandes éxitos y alguna pequeña sorpresa como "Bendecida". Quizás me habría gustado oir "Agosto" y "Fuente esperanza" (las tocaron en el concierto del día 12) pero nunca llueve a gusto de todos.
De todas maneras fue una forma inmejorable de empezar las fiestas del Pilar, que iba a vivir por primera vez en 5 años sin irme de Zaragoza durante las mismas (o al menos algún momento de ellas).
Las fiestas me dejaron buen sabor de boca, entre otras cosas me gustarón: el concierto, la fiesta de la cerveza, la exposición de artesanía en la Plaza de los Sitios, las ferias (entre Laura y yo saqueamos de muñecos alguna de las casetas de tirar dardos), el vermut post-ofrenda con Sonia y Genaro y las casas regionales de la Gran Vía.
Por supuesto hubo detalles malos: las aglomeraciones (es por ello que me suelo largar de Zaragoza en Pilares normalmente), los energúmenos que se dedican a romper jarras de cerveza en los brindis de la Oktoberfest (no me extraña que las jarras cuesten a 9€, ya veremos si por una pandilla de gilipollas no consiguen cargarse la fiesta en unos años) y el eterno dilema Interpeñas-Valdespartera.
Me explico: nadie quiere tener las ferias o Interpeñas al lado de casa, pero sin embargo todos los años se llena. La única solución para ponerlas sin que el ruido molestase sería alejarlas de la ciudad, pero claro entonces los peñistas se quejan y se forman colas y aglomeraciones a la salida de los conciertos para coger los autobuses (agravadas por el estado etílico y la tendencia natural al follón y al "que se joda el otro" de la juventud que nos toca vivir).
Un problema de dificil solución y donde el refrán "nunca llueve a gusto de todos" encuentra aplicación plena.
Y como nadie parece dispuesto a ceder no se ve solución en el horizonte para el mismo.
Luis
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