Pinceladas de un viaje a Canadá
-Los aeropuertos me dan sensación de tangibilida, de realidad, de existencia. Chicago, Tokyo o El Cairo dejan de ser puntos en el mapa y se convierten en lugares en los que en pocas horas aterrizarán personas que ahora mismo estoy viendo. Y, si existen, si son tangibles quiere decir que puedo visitarlas. Para un infectado por el virus del wanderlust es magnífico.
-Volar sobre el extremo sur de Groenlandia es una experiencia que emboba los sentidos. Los emboba hasta el punto de que cuando quieres sacar la cámara ya se ha perdido de vista en el horizonte. Azul, blanco y marrón, hielo, roca y mar. Ojala el año que viene podamos ir a Islandia.
-Me impresiona lo amable y atenta que es la gente en Toronto. Con poner cara de turista semilerdo en la parada de autobus del aeropuerto todo el mundo nos pregunta si necesitamos algo y nos explica como haciendo un par de trasbordos se llega al centro. Nos ahorramos los 15 dolares del Airport express.
-Por fin salimos del metro, a la Yonge street. Ya estamos en América. calles iluminadas, rascacielos por doquier, tiendas de comida y abalorios de mil países y culturas. Calles principales con mucho tráfico y calles secundarias residenciales idílicas, con parques donde corretean las ardillas, ambiente de tranquilidad y buen rollo. hasta los mendigos que se acurrucan al lado de la escalera del McDonalds piden dinero por favor y con amabilidad. Nuestro primer hospedero es un turco que lleva unos años viviendo allí y ha convertido su casa en un bed and breakfast. Sótano con cocina y salon común, planta baja con grandes ventanales y salón común, dos plantas superiores con baños y habitaciones. Perfecto. Dormimos 12 horas para recuperarnos del jet-lag. Desayunamos intrercambiando impresiones con unos chinos alojados en la habitación de al lado. Perfecto. Me encanta todo.
(...continuara)
Luis