-Sonó un clic, el interruptor se desplazó unos milímetros y las dos puntas de cobre entraron en contacto. Liberados de la rigidez que imponía un material dieléctrico, los electrones comenzaron a circular a velocidades indescriptibles, siguiendo la trayectoria del minúsculo cable, girando en las espiras del estator del pequeño motorcillo y volviendo al polo negativo de la pila.
-A su vez, el rotor comenzó a girar, cumpliendo las ecuaciones de las leyes del magnetismo, el eje transmitió el movimiento a una leva y, por medio de un excéntrico, el movimiento giratorio del motor se convirtió en oscilante en el vástago, recubierto de una sustancia sólida y plástica.
-Sonó otro clic, las puntas se separaron y el motor dejó de girar. María guardó el vibrador en el cajón de la mesilla, se vistió y se dispuso a ir al laboratorio donde trabajaba. Se sentía aliviada, pero también fría, mecánica, como si el orgasmo que acababa de tener fuera una pura consecuencia lógica de unas leyes físicas que predecían lo que iba a suceder desde el primer clic del interruptor hasta la última contracción de su cuerpo. Y al fin y al cabo, así lo era.
-Las mismas caras familiares le saludaron al entrar a su lugar de trabajo.
-Enhorabuena María!, el artículo que publicaste hace dos meses está siendo un auténtico éxito. Cada vez nos llegan más cartas comentándolo. Creo que la dirección quiere que investigues el tema más a fondo y están dispuestos a invertir pasta de la buena.
-Que sabrán ellos.
-Joder María, cada día estás más rara.
-Lo sé, lo siento.
-Tenía ganas de mandar todo al carajo, el jefe, el laboratorio, el artículo y toda su línea de investigación de los últimos 3 años. Pero a ver donde iba a conseguir trabajo a estas alturas y quien podía pagar una hipoteca, así que no le quedaba más remedio que proseguir, intentando esconder lo que había descubierto, sintiéndose cada día más vacía, mas harta de todo.
-Sonó un clic, se encendió la luz. María se giró y contempló el cuerpo masculino que yacía junto a ella. No estaba mal, pensó. Alto, fornido, moreno, pelo corto, ojos marrón oscuro. Atractivo. No había estado mal la noche. Se habían conocido en un bar donde María había acudido con compañeros del trabajo.
-Lo supo nada más lo vio al lado de la barra. El aspecto, el biotipo, el tipo de feromonas que desprendía, perfectas para los receptores situados en los bulbos nasales. Los electrones subiendo a velocidad indescriptible por los nervios olfativos hasta el cerebro, desencadenando pequeñas descargas que ayudaban al producir la hormona, la señal eléctrica procesada recorriendo sus terminaciones nerviosas, de vuelta a los músculos de su cara y de su mano, provocando que le sonriera, que moviese imperceptiblemente la mano hacia arriba. La leve contracción de los músculos faciales de aquel hombre, que venía a significa “Si, he captado la señal y la respuesta es afirmativa”.
-Los primeros pasos hacia ella, ¿quieres tomar algo?, ¿como te llamas?, trabajo en el laboratorio, ¿bailamos? Así que vives en el barrio, pues yo voy de camino. Esta lloviendo y no llevas paraguas. Sube y te dejo uno. Que casa tan bonita tienes. ¿Quieres un vaso de agua o una copa? El rastro de ropa por el pasillo, los abrazos, los besos, el orgasmo.
-Ella conocía todas estas preguntas y todas las respuestas antes de que el siquiera las hubiera formulado. Ya no recordaba las mariposas en el estómago, la inseguridad provocada por la incertidumbre, ¿voy bien maquillada?, ¿le gustará esta blusa?, ¿estos pantalones le sientan bien a mi culo? ¿Y si solo quiere tomar un café y charlar? ¿Como será su casa? ¿Me apartará la mano cuando se la ponga en el brazo? ¿Me dirá que solo soy una buena amiga? ¿Qué le gustan los hombres? Todo ello había terminado hace dos meses.
-Era por ello que se sentía tan fría y mecánica como hace varios días cuando había hecho uso de su vibrador. Todo lo que había pasado respondido a las mismas leyes físicas insoslayables que aquella mañana, 4 ecuaciones que gobernaban todo lo que había pasado, estaba pasando e iba a pasar en el futuro.
-Ojalá nunca hubiera elegido estudiar biología, ojalá nunca le hubieran dado aquella beca. Ojalá aquella noche hubiera salido a su hora y no se hubiera empeñado en terminar su experimento a tiempo. Ojalá no hubiese publicado aquel artículo que relacionaba el aspecto físico exterior con las feromonas y los receptores hormonales. Menos mal que nadie conocía o había sido capaz de extraer las conclusiones a las que sus experimentos la habían guiado. Había matado el sexo y el amor y los había sustituido por una máquina.
HALA!, a criticar
Luis